jueves, 30 de junio de 2011

Hazte sonar.

Me levanté de la cama, me miré al espejo, que lo coloqué ahí aposta sabiendo que cada mañana me levantaría y me miraría en él. Vería a esa chica fuerte, a esa chica dura, como las piedras, que está trabajando por ser feliz.
Aquella mañana, la vi diferente. Me asustó esa seguridad que tenía en sí misma, me costaba pensar que esa, era yo, era mi reflejo. Derrepente, la vi más madura, como más mayor, sabía quién era y lo que hacía. Se quería, confiaba en sí misma. Si decía que no, sería un no. Si decía que sí, sería un sí. De ideas claras.
Me levanté a prepararme un café. Estaba ya hecho, ¿qué había pasado? Ya recuerdo, la noche anterior pensé en hacérmelo en ese momento y así no tenía que hacérmelo hoy por la mañana. ¿Y por qué no se me ocurrió antes?. Disfruté del café caliente. Me senté en el sofá naranja y me acomodé los cojines negros en la espalda. Me quedé mirando a un punto fijo, como en trance. Pensando en qué es lo que estaba sucediendo en mi interior. Me sentía diferente. Me sentía bien. Esa mañana me vestí con tacones para que mis pasos sonasen allá donde pisaran.

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