domingo, 26 de junio de 2011

Todo se puede superar.

Sus brazos se apoyaron sobre la pared dejándome a mí entre ellos. Su cara y la mía estaban a escasos centímetros. Mis ojos se clavaron en los suyos. Cada vez se acercaba más, tanto que llegué a sentir su respiración, caliente y pausada sobre mis labios. Me estremeció esa sensación. Me despegué de la pared y nuestras cara se rozaban ligeramente la nariz.
-¿Qué piensas?.- pregunté a la deriva.
-En que quiero besarte como nunca.- Miré sus labios pronunciar esa frase.
-¿Qué crees que hará distinto este beso a los demás?.
Separó la mano derecha de la pared para posarla sobre mi mejilla. Sus ojos recorrían cada facción de mi rostro.
Sin dejar que él fuese el que se lanzase a darme ese especial beso, acerqué mis labios a los suyos. Me proporcionó un beso lento, tierno, dulce, podía sentir cada centímetro de sus labios. Nuestra saliva se unía cuando nuestras lenguas tocaban. Sus manos alcanzaron mi cintura, notaba sus dedos por el borde de mi ropa interior, por debajo de mi camiseta, sólo acariciaba. Su respiración agitada hacía agitarse a la mía. Mi paladar sentía un sabor exquisito, sabía a amor, sabía a sinceridad, sabía a pasión. Cuando se separó de mis labios, me miró fijamente mientras me agarraba la cara, esta vez con las dos manos.
-Te quiero.- susurró entre suspiros.
-Tú.- musité. -Tú eres al que yo quiero.- le recordé.

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