jueves, 21 de julio de 2011

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Aquella masa dulce que rodaba por mi boca ya no tenía sabor. Escupí el chicle y seguido un escupitajo como si me hubiese poseído un macarra. Aquel día no estaba sóla, no paseaba sóla, no reía sóla. Él caminaba a mi derecha. Miraba su rostro alternando la mirada con el cielo, la timidez me invadía, más bien, eran los nervios que me provocaba.
-Estás muy callada.- su sonrisa era pícara.
-Si te dijese todo lo que se me está pasando por la cabeza...- sonreí yo también sin mirarle a los ojos.
-Adelante, ya sabes que a mí me gustan las cosas claras.- Sus ojos me hipnotizaban, su color, su forma, su expresión.

Deslicé suavemente mi mano derecha sobre su cara hasta que me posicioné en frente suya. Coloqué mi otra mano al otro lado. Le miré a los ojos aguantándome los nervios. Convertí mi mirada en pleno sentimiento y me quedé en esa situación más de medio minuto, callada, con mis manos tocando su rostro, sólo hay un intercambio de miradas que llevan sentimientos. Hubo un momento en el que su mirada cambió, se volvió como más humilde, como más intenso. Me gustaba más y más. Así que, después de sentir aquella mirada, acerqué mis labios a los suyos. Fue un beso lento, suave, como él. Sus manos se perdían por mi cintura, por mi cuello, por mi espalda... 
Iba todo tan bien.. que empezaba a asustarme.

1 comentario:

  1. Preciosa entrada.
    De verdad no sé como no tienes más comentarios y seguidores, porque escribes muy bien, me encanta tu blog=).
    Un besazo♥

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☮♥